Cuando estuve en Croacia en un proyecto de arqueología, además de escarbar y encontrar ánforas y otros vestigios romanos, nos enseñaron una palabra muy usada en la región de Dalmacia, la palabra ‘‘pomalo’’.
Es un concepto cultural que refleja una filosofía de vida relajada, pausada, presente… Un equivalente al ‘‘no te ralles killa’’ que decimos en Cádiz. Esa actitud mediterránea de disfrutar el momento y no apresurarse mentalmente con preocupaciones. Hace unos días, reflexioné sobre la humanidad y los colores de la vida.
Siempre he dicho que confío en la humanidad y su misión de propósito, aunque sufra viendo mierdas por todos lados. Durante muchos años, filósofos, antropólogos, politólogos, científicos, economistas y pensadores han buscado raíz para comprender el comportamiento de los seres:
Jean-Jacques Rousseau, por ejemplo, postula un estado pacifico innato, exactamente decía que “el ser humano es bueno por naturaleza”. El lo veía todo más bien rosita…
Adam Smith, economista y padre del neoliberalismo, sin embargo, teorizó este sistema bajo la premisa de que “el ser humano es egoísta por naturaleza” y solo un sistema como éste funcionará. Este muchacho, por desgracia, tampoco hablaba tonterías… Sin embargo, lo veía to’ mu’ negro…
Lo que decían estos dos maromos es, una vez más, el reflejo de la dualidad, como los tonos claros y oscuros de una foto recién revelada. ¿No será que no existe una razón absoluta y que todo es una cuestión perspectiva? Empiezo a comprehender que todo cambia si vibramos desde el amor o desde el miedo. O en otras palabra … ¿será que el color de la vida depende de las ‘‘gafas’’ que llevamos en un momento u otro?
Miramos distinto si actuamos desde el ego o desde el ser esencial. Cada vez lo tengo más claro, el cambio es hacia dentro. El resto, se manifiesta por causa efecto.
Cuando lo veo todo negro, me gusta pararme y, por un momento sentir el milagro de ver colores en la vida y decir…
Pues vaya, ¡si que es rosa!
Me encanta como siempre 😍😍😍😍!!!!
Gracias madre 🫂🌅