Mazo reflexión: a veces placer, a veces dolor.
Imaginación en la garganta, ensoñación en el corazón.
Movimiento para apaciguar, callar para decir más.
Caminar buscando el sol, canal para contemplar,
te siento aquí y ahora, coqueta Ámsterdam dual.
El mes pasado me fui a Ámsterdam en tren desde Berlín, hacía muchísimo que no viajaba de turista. Mis últimos movimientos se han limitado al bucle Chiclana - Berlín.
Doce años han pasado desde la última vez que visité la ciudad de Ámsterdam. Aunque sigue igual de tierna, la he encontrado muy distinta, ¿será un reflejo de mí misma? He sido consciente del paso del tiempo, de los cambios internos y de la dualidad universal. La ciudad me mostró las distintas caras que una tiene, esas dos de las monedas. Pasear por sus canales y contemplar a los guapos Leonardos me entretuvieron unos cuantos sentidos.
Después de conversar con mi gran amiga, escarbé en mi herida de justicia. Observé mi papel en este mundo, que cada día me parece más cruel y que nos pone a prueba todo el rato. ¿Nos quedamos en la luz o pasamos al lado oscuro? Pensé en mi perfil de reformadora y me topé con el muro de la realidad. Reflexioné acerca de la importancia de aceptar todo aquello que no puedo cambiar, empezando a soltar y a dejar ir: pensamientos y entidades biológicas.
Me encontré con una ciudad tan divina como prostituida, tan bohemia como hiper consumista, tan soleada como nublada. En casi cada paso me paraba a mirar sus casitas, esas que descansan sus cimientos en terrenos pantanosos.
Para mí, los edificios bonitos son Naturaleza, y esos árboles de ladrillo y sus ramas de ventanas inmensas me susurraban que un ínfimo porcentaje de la población puede gozar de inconcebibles privilegios arquitectónicos.
Medité un discurso, sollocé en silencio.
Agradecí.
Eres increíble fausty!!! Que te quiero mi niña 😍😍