En Berlín suena mucho techno. Pero el techo más fácil que vas a encontrar es el del club, y ahí no se puede dormir.
Lee otra vez la frase.
¡Berlín, que tan underground y artista eres, me da pena que sufres la peor de las crisis inmobiliaria de la historia!
¿Podrás sobrevivir sin Hijas del Techno?
«Estamos más cerca de ser homeless que de ser ricas»
Asier
La ira
Los tres años que he vivido en Berlín han sido de modo supervivencia, con algunas etapas de estabilidad, pero bien escasas: me he visto en la calle reiteradas veces y he hecho más de 10 mudanzas.
Entre otras complejidades del proceso migratorio, lo que de verdad me ha echado de la ciudad es la crisis de los alquileres. Por que no se puede vivir invirtiendo la pirámide de Maslow y agonizando con los primeros niveles descubiertos: necesidades básicas y seguridad.
Perder el aliento por algo tan básico como encontrar un alquiler de larga duración me ha ganado la batalla. Aunque no le quito peso al clima, la burocracia, la oscuridad que dura ocho meses y el exceso de energía afterista.
Todo esto se hubiera llevado mejor con el calor de un hogar. En estos tiempos tan violentos, donde el derecho por un bien de primera necesidad se vuelve una competición sangrienta, hace que parte de nuestra generación esté más cerca de ser homeless que rica.
A parte de que la demanda es alta (pese a que siempre haga falta personal pa’ tó en Berlín) y el aprovechamiento de la situación de las grandes agencias, he vivido un abuso de poder por parte de las personas que tienen un contrato de arrendamiento a su nombre. Los compañeros y compañeras de casas compartidas, se han contagiado del «virus de Engels and Volkers». Mucha peña ha caído al lado oscuro y ahora especulan subarriendos con condiciones abusivas. Condiciones como pagar un precio inflado, que a veces supera el doble de lo que vale una habitación o un piso entero. Así, la persona que lo hace puede cogerse un par de trips en festivales a las orillas del mar Caribe con tu renta. Todo kiski quedó sucumbido por la especulación. No podemos colaborar con el propio ritmo desenfrenado del sistema a un «ojo por ojo» (¡pues tu más!), creando más desigualdad a conciencia del claro winn-lose de la teoría de juegos. En esta situación, un jugador obtiene un beneficio a expensas del otro. Es una competencia en la que el éxito de uno depende del fracaso del otro.
Los mismos que sufrieron por ello, ahora oprimen.
Todavía es más loco esto cuando puedo decir hay personas que tienen un piso social alquilado (de protección oficial llamamos en España) y hacen negocio de esto. Eso no te lo suelen contar, y justifican sus aumentos con el argumento de que en Berlín, los pisos vienen sin amueblar y que por eso debes pagar mucho más (la mayoría de esos muebles suelen haber sido encontrados en la calle o están ultra viejos). Aún así, la cuota de amortización de muebles nuevos no estaría ni cerca del incremento añadido al alquiler, según la vida útil de los mismos y el valor residual. Conceptos que me quedaron grabados de la contabilidad de costes.
Esto es una práctica usurera seria. Comienzo a ver un «destape» de historias de terror ocultas.
Esta trama, que transforma a la sociedad en una absurda mafia.
Pensamientos en plena crisis
¿Por qué seguía luchando?
Estos son algunos argumentos que me ayudaban a no tirar la toalla. Aunque otros también me creaban sufrimiento por apego.
«Joder Fau, eres de las pocas personas que entiendes este lugar tal y como es, que los alemanes te parecen personas amables, simpáticas y prácticas, que el invierno no es tan malo si tienes un hogar calentito y que, aunque duela la burocracia, es tan solo un método».
El techo del club | Un club de Berlín, 2022
Mi ego también me decía:
«Hay mucha gente que vive aquí odiando Berlín, son corruptas y tienen envidia. En cierto aspecto es ciudad de Almas perdidas, pero también es un lugar dónde las personas ven crecer sus ideas. Es ciudad de la música electrónica y el arte, por supuesto. Yo vine a Berlín a encontrar mi tesoro.
Aceptar
Lo que al principio me tomaba a personal, no es más que las consecuencias de una crisis en la vivienda, que por supuesto, viene de la mano de una crisis en valores en el mayor esplendor del capitalismo de todos los tiempos. He vivido situaciones en la que he traspasado los límites de mi cuerpo y mente por aferramiento emocional a la ciudad. Pero también, desde un prisma más canónico, más práctico, me gusta siempre acabar lo empezado, no tirar la toalla, cerrar los ciclos cuando la misión se ha cumplido.
«He vivido, por primera vez, un sentimiento de exclusión social en Europa, por que chiques! El sueño europeo se transformó en una pesadilla».
La crisis del Housing me ha traído enormes montañas rusas de estrés y dramas. Ya no se trata de aguantar, si no de valorar el coste que acarrea apegarse a una lucha que tiene todas la de tumbarte. La pelea con el gigante me venció y después de una experiencia muy desagradable con los vecinos de mi última casa, tomé la decisión de dejar la ciudad, de soltar, de tomar un rumbo nuevo.
«Cuando no podemos más, hay que ser valiente para abandonar la trinchera y rendirse ante el enemigo».
Soltar
Estas historias, más que hacerme dura, me han ayudado a entender que el aferramiento es fuente de dolor y que soltar es un acto de amor propio.
Después de las mil y una mudanzas y el piso ruiodoso, entré en un proceso legal para resolver el problema de este último. Demasiado tarde: el burn out (quemaera de toda la vida) de un modo extrem por tres años y el problema persistente de ruidos nocturnos en los últimos seis meses, me absorbieron los sueños, como hacen los dementores en Harry Potter.
La situación empezó a rozar lo ridículo. Si ya la ciudad tiene lo duro del clima y el proceso de integración, verte homeless tanta veces, tan lejos de tu red afectiva y prácticamente sin plan b, es una experiencia picante (como dice mi amigo Sasha). Berlín te curte tela. También hice cosas muy emocionantes: conecté con la mentalidad social, descubrí géneros increíbles de la electrónica y disfruté muchísimo de mis dos trabajos, tanto en el bar como en el Instituto.
Poco a poco estoy soltando expectativas y pensamientos limitantes. Día tras día observo la potencialidad del lugar donde estoy ahora y vislumbro nuevos horizontes. Doy gracias a la tierra y a su brisa, fresca y fértil. Mi intuición y yo estamos aquí y ahora.
«No logro ver los grises de un cielo que ahora está azul pastel, pero, ya sea para volver o para no hacerlo, tengo que hacerte un paréntesis, porque me tienes hasta el jigo».
Berlín, junio 2024
Te trajiste de los cimientos berlineses un gran tesoro que te va a dar muchos frutos en el futuro.
Eres muy valiente y eso tiene recompensa chica.
Eres un ejemplo de fortaleza e inteligencia...tq preciosa 💎